De la nostalgia nacieron las máscaras de José Llanos • (entrevista)
Linda Esperanza Aragón | @lindaragonm
José Llanos es de
esas personas que viven en la memoria de los paisanos. Apenas uno llega a
Galapa, su tierra natal, y pregunta dónde queda su casa, la gente responde con
orgullo y alegría: “¡Ah!, sí, el de las máscaras”. Todos en este municipio del
Caribe colombiano, ubicado exactamente en el departamento del Atlántico, a tan solo unos cuantos minutos de la ciudad de Barranquilla, lo conocen y admiran
porque ha llevado, a través de su arte, el nombre del terruño a varios lugares de
Colombia, América Latina y Europa.
Este artista
galapero desde muy niño se enamoró del Carnaval de Galapa y del Carnaval de
Barranquilla, una de las fiestas más reconocidas en América Latina y el mundo. A
él lo invadía la nostalgia cuando los carnavales llegaban a su fin, deseaba que
duraran todo el año. Un día descubrió su asombrosa destreza, guiado por esa
profunda nostalgia, cuando tomó una cáscara de coco e hizo una máscara
rudimentaria en el patio inmenso de la casa de sus padres. Allí supo que los
carnavales vivirían en sus manos todo el año y que ya no se irían más.
A sus 79 años todavía se le encuentra en su taller —en cuyas paredes yacen recortes de periódicos con noticias que lo exaltan, fotografías, reconocimientos y menciones honoríficas— elaborando máscaras y tocados que le solicitan para eventos en Miami, Cartagena, Barranquilla, entre otras ciudades. Y es que a partir de la década de los 70 ha fabricado las máscaras y tocados que locales y foráneos, y muchas comparsas, han portado en el Carnaval de Barranquilla. Se ha encargado de darles otro rostro a las personas. No para que se oculten, sino para que celebren el asombro de estar vivas mientras se transforman en animales de África.
Recalca que no acudió a la academia para cultivar los saberes de este oficio. Se considera un hombre del arte, la fiesta y la selva. En su juventud, fascinado por la fauna de África, se iba al centro de Barranquilla a comprar la revista mensual GeoMundo —aún conserva una pila de ejemplares en su taller— para adentrarse en las historias de la naturaleza de este continente, para inspirarse...
Expresa
lleno de orgullo y con su voz cordial y sabia: “Todavía no he tenido la
oportunidad de pisar África pero sí he viajado de manera imaginaria y las revistas
me han transportado allá”.
Hoy, tras más de 50 años años en el oficio, sigue siendo un lector y observador
tenaz que vive lleno de curiosidad, un galapero que se define como un
artesano perfeccionista... y felino. Es un hombre feliz porque se ha dedicado a
lo que soñó. Y comparte su amor por lo que hace con las nuevas generaciones
para que no muera la tradición.
Las manos del maestro Llanos no dejan de rugir, así como aún ruge una de sus primeras máscaras: la del tigre.
Siempre he dicho que soy artesano de toda la vida. De niño estudiaba en el colegio público del municipio de Galapa. Aprovechaba la ida y el regreso al colegio para observar a los artesanos que elaboraban máscaras de barro y tallaban la madera durante los precarnavales. Antes los patios eran enormes y tenían cercas, no paredillas, y yo me asomaba y los veía. Recuerdo que una de las familias de artesanos vendía fritos y yo me ofrecía a hacer los mandados, pero era con el fin de observar lo que hacían y hacerles preguntas.
¿Qué impresiones le generaba ver a los artesanos?
Estoy hablando de
hace más de 70 años atrás, pues yo comencé a los 7 años a ver a los artesanos
hacer las máscaras de barro; ese barro todavía se consigue en el arroyo grande
del municipio. En esa época para hacer, por ejemplo, 20 máscaras de tigre había
que hacer 20 moldes. Uno empapelaba y después cavaba para darle la forma que
uno deseaba, pero el papel a veces se adhería mucho al molde.
Quería buscar otro
mecanismo para hacerlo más sencillo y consulté con los mismos artesanos, y
ellos me decían que esa era la única manera; sin embargo, yo seguí
investigando: recurrí al plástico, pero era aún más complicado; probé la grasa
de carro y no funcionó; y utilicé la mantequilla, pero su olor atraía a los
insectos y carcomían las máscaras, quedaban inservibles para los carnavales
venideros, había que botarlas: tampoco esa técnica dio resultado. Con el paso
del tiempo, implementamos la vaselina simple, hasta la actualidad. Ahora es más
sencillo el proceso.
Su amor por los carnavales y máscaras es inacabable,
en sus manos se nota.
A mí me encantan
los carnavales, siempre me han gustado. Mi mamá me hacía unos mamelucos a mano y
yo iba disfrazado a las fiestas y desfiles de Galapa. Yo quedaba con una gran
nostalgia cuando se acababan, no quería que terminaran. Después retomaba mis
estudios en el colegio, pero seguía pensando en las máscaras y en los
carnavales.
¿Cómo describe esa nostalgia?
La nostalgia que
se siente es emocional y es muy peligrosa porque te afecta. Yo veía que
anímicamente quedaba dolido porque se iba lo que más añoraba: los carnavales.
La casa de mi infancia tenía un patio grandísimo y había palos de coco; yo
cogía la cáscara del coco y le hacía huecos. Cuando venía del colegio lo
primero que hacía era buscar la cáscara; mi mamá se echaba a reír.
Me daba nostalgia,
pero se me pasaba cuando llegaban los carnavales de mi pueblo Galapa al
siguiente año. El tiempo de antes pasaba lento, había que esperar bastante, eso
demoraba. Ahora le digo a mi esposa Faride: “Mira, hoy es viernes, y no hace
mucho era lunes”. Recuerdo que las noches de antes llegaban lentamente; hoy los
días pasan rápido.
¿Cómo llegó al Carnaval de Barranquilla?
Más adelante tuve
la oportunidad de ir al Carnaval de Barranquilla para darme cuenta de cómo se
celebraba, de cómo eran los disfraces, desfiles, bailes y máscaras. Observé con
atención.
El fallecido Pedro
Vengoechea era parte fundamental de la organización del Carnaval de Barranquilla; yo le regalaba máscaras cuando él y su comitiva venían a Galapa a comprarles
las máscaras a los artesanos veteranos. Yo quería que conociera mi arte y que
me diera la oportunidad de ser parte de ese carnaval. Recuerdo que yo tenía
unos 18 años en ese entonces y que quería llegar al Carnaval de Barranquilla
con algo distinto.
Fui hasta la
oficina de Pedro a regalarle una máscara y a conversar: me dijo que sabía que
yo hacía unas máscaras muy buenas y que me daría la oportunidad si le
presentaba algo raro y auténtico. Me comprometí a hacerlo. Finalmente, me
comentó que, cuando tuviera mi idea lista, él daría una orden para que yo pudiera
inscribirme y participar en el Carnaval de Barranquilla.
Cuando regresé a Galapa convoqué a unos amigos y les comenté. Fue allí donde comencé a viajar imaginariamente a África para construir una idea que marcara la diferencia. Logré conseguir más de 200 revistas GeoMundo, esa revista salía mensualmente y hablaba sobre la biografía del animal de África: cebra, león, elefante, hipopótamo, jirafa, todo… Con esa revista yo estudiaba el hábitat y los comportamientos. Me enteré, a través de esas páginas, que existían millones de jirafas y que nunca una se parece a la otra porque las rayas son distintas.
Quedé fascinado
con la fauna africana, y mi propuesta se trató de eso. Llevé a Barranquilla a un
grupo de amigos disfrazados de animales, y hasta llevé a un Tarzán. Cuando el
señor Pedro Vengoechea vio todo quedó impresionado. Hizo una llamada y llegó la
prensa. Desde entonces los medios comenzaron a prestarme atención y venían a mi
casa periodistas del Diario del Caribe,
El Heraldo, entre otros. Allí comenzó
mi historia en ese carnaval que me acogió por mi creatividad.
¿Fue entonces cuando nació su comparsa llamada Selva
Africana?
Sí: desde el
principio la llamé Selva Africana. Participé en la puesta en escena, pero luego
me llamaron la atención y me dijeron que debía ocuparme de llevar las riendas
del grupo como director. He trabajado por mantener viva mi comparsa y seguir
marcando la diferencia. Como esta comparsa tradicional no hay otra igual, pues
mezclamos el folclor con lo artesanal. Incluso, mis hijos Luis Demetrio y
Javier Enrique Llanos, artistas plásticos los dos, me han apoyado mucho y juntos
hemos creado un semillero para que las nuevas generaciones participen. La
comparsa ha ganado varios premios Congo de Oro, un galardón que le otorgan a
las expresiones culturales más destacadas del Carnaval de Barranquilla.
¿Por qué se fijó en la fauna africana y no en
temáticas relacionadas con su pueblo o con el Caribe colombiano?
Antes pintábamos
las máscaras con los colores primarios: blanco, negro y rojo. Cuando empecé a
fijarme en la fauna africana descubrí un mundo de colores. Tú ves a un mandril
y te das cuenta de la variedad de colores que tiene: amarillo, azul, rojo. La
cebra también se ve imponente con el blanco y el negro. Lo mismo pasa con los
colores del jaguar y el tigre. El meollo de una máscara está en saber combinar
los colores, y para darles más realismo les he pegado pestañas y bigotes.
El carnaval para mí es una gama de colores, así como lo es la fauna de África. Nosotros somos África. Y del África también he pasado al Caribe colombiano porque me he inspirado en la fauna de aquí: guacamayas, burros, ranas. Eso es mucho color, es impresionante. Gracias a la fauna hemos viajado a varios países.
Cuénteme sobre esos viajes, maestro Llanos.
En cada viaje
procuramos dar lo mejor de nosotros, siempre les digo a quienes me acompañan
que no hagamos el oso. La cultura es cultura.
Hemos viajado a
varios lugares de Colombia como Bogotá, Mompox... Me han invitado a
Maracaibo, Venezuela para la Feria de la Chinita, en la cual hay máscaras y un
desfile grandísimo. Allá quedaron encantados con mi comparsa Selva Africana y
con nuestros tocados y máscaras.
En 2006, fui a
Brasil con una comitiva del Carnaval de Barranquilla para dar a conocer lo que
somos y aprender de las escuelas de samba en Río de Janeiro. También
intercambiamos libros y conocimientos sobre artesanías. Noté que los brasileros
son muy rigurosos con la investigación a la hora de crear las carrozas para el
Carnaval de Río de Janeiro. Nosotros tuvimos la oportunidad de decirles que los
costeños somos creativos e innovadores y que eso complementaba lo
investigativo.
En 2013, cuando
fui Rey Momo del Carnaval de Barranquilla, fui a Santiago de Cuba y La Habana, por
medio de Gustavo Bell, embajador de Cuba en ese momento. Él quería dar a
conocer al carnaval allá porque la imagen que tenían los cubanos de Colombia se
relacionaba con Pablo Escobar, entonces la idea era cambiar esa imagen. Hicimos
desfiles, charlas y talleres. A mí me gustó mucho Cuba porque me sentía seguro
en sus calles, podía caminar a cualquier hora, y no pasaba nada. También me gustó
su música; de allá me traje instrumentos como la clave y las maracas. No olvido
la experiencia de ir en un carro modelo 1947; fue una cuestión espectacular. Y
me encantó La Habana porque le encontré parecido con Barranquilla: allá hay un
malecón, Barranquilla también tiene el suyo.
Orgullosamente
puedo decir que en 2017 fui a la Feria Internacional de la Máscara Ibérica
que se celebró en la zona de Belém de Lisboa, capital de Portugal. Me dieron la
autonomía para que le hablara al mundo entero sobre lo que es la máscara. Recuerdo
que uno de los camarógrafos me dijo: “Esto le está dando la vuelta al mundo”.
Yo estaba muy contento.
Allá también
quedaron encantados con nuestro arte. Vendimos las máscaras. Mis hijos y yo
quedamos impresionados cuando el director de un museo de Lisboa nos compró
varios tocados. Después vino a Colombia y me visitó en mi taller.
Me imagino la
cantidad de personas que viene a su taller, a conocerlo a usted.
Aquí ha venido todo el mundo: he recibido a
periodistas y a personas conocidas del mundo de la cultura. Una vez vinieron
unas personas desde Manizales en camioneta y me dijeron: “¡Ay!, por fin nos
podemos tomar una foto con usted que lo hemos visto en televisión, revistas y
periódicos”.
El Rey Momo es un personaje importante que, además de
acompañar a la reina del Carnaval de Barranquilla, preside varios eventos y
desfiles. ¿Cómo llegó a ser Rey Momo del Carnaval de Barranquilla en 2013?
Mis hijos me
dijeron: “Papi, usted ha hecho de todo, ha viajado, pero le falta algo: ser Rey
Momo del Carnaval de Barranquilla”. Les dije que iba a averiguar si eso era
posible y fui a la Casa del Carnaval a preguntar si yo podía postularme. Me
dijeron que elaborara un portafolio que incluyera mi biografía, logros, recortes
de periódico, etcétera, y que cuando lo tuviera listo se los llevara. Mi
familia me ayudó a hacerlo y logré entregarlo.
Días después recibí una llamada en la que me dijeron: “¡Celebra, que acabas de ser escogido Rey Momo del Carnaval de Barranquilla 2013, este es el año del bicentenario de la ciudad! Barranquilla cumple 200 años, ¡a festejar!”. Respondí: Yo no voy a festejar, yo sé que se vienen ahorita los periodistas y esta vaina se va a revolucionar aquí, ¡erda! Me voy es a preparar, después celebro.
¿Con qué palabras define al Carnaval de Barranquilla?
El carnaval es lo
que tú hagas mientras dure.
“Carnaval sin máscara no es carnaval”, esa es la frase
que más le he escuchado a usted en las entrevistas. ¿De dónde nació?
La máscara es
universal. En el globo terráqueo, en la mayoría de lugares existe un carnaval,
y yo me he dado cuenta de que en países como Venezuela, Bolivia —donde hacen un
carnaval muy bonito y la manifestación es de diablos— lo fuerte es la máscara,
todo depende de la máscara. Colombia es máscara, Brasil es máscara. Sin la
tradición no hay carnaval.
¿Qué siente usted cuando se pone una de sus máscara o
tocados?
No se trata
solamente de ponerse el tocado o la máscara de jaguar o de tigre, hay que hacer
la expresión del animal; eso no se debe olvidar. La máscara es para ocultar "el
otro yo" de la persona, es para disfrazarse. ¿Qué sucede? Tú vas protegido por
esa máscara y te puedes extender a hacer lo que deseas sin pena, y la gente no
te reconoce ni por tus ademanes.
Cuando yo fui al
concierto de Richie Ray y Bobby Cruz en los 60, durante el Carnaval de
Barranquilla, me hice una máscara de puerco, un animal que es parte de nuestra
vida cotidiana; también le hice una a un amigo que me acompañó. La gente que
estaba en el concierto nos llamaba para darnos plata; nosotros no teníamos esa
intención. Fíjate cómo lo perciben a uno al llevar una máscara puesta y
transformarse en eso. Nos regresamos a Galapa con los bolsillos llenos de
billetes y monedas.
Si la gente desea adquirir sus máscaras y tocados,
¿dónde los puede conseguir?
Aquí en mi casa
ubicada en Galapa y en el Museo del Carnaval de Barranquilla pueden comprar. Aquí
han venido a comprar máscaras no solo en la época de carnavales, sino también
para regalarlas en el Día de la Madre, o en el Día del Amor y la Amistad. En cualquier
momento del año se venden.
¿Ha tenido la oportunidad de dar talleres? ¿Cómo ha
sido esa experiencia de transmisión de saberes?
Aquí vino
Artesanías de Colombia en los 80; a través de esta entidad fui a varios
sectores a brindar mis conocimientos. Con lo que ahorré, poco a poco, puede
comprarme este espacio para montar mi taller. Estoy muy agradecido con
Artesanías de Colombia.
A mí me han
felicitado porque los niños de los colegios quedan bien instruidos cuando realizo
los talleres. Me han dicho que parezco un egresado de una universidad o que soy
un profesor.
Cuando voy a los
colegios les digo a los jóvenes: "Ojo, oído, tomen papel y lápiz. Soy el
director de Selva Africana y me inicié en el Carnaval de Barranquilla en el año
1975, un primer de febrero. Este grupo nace a través de la máscara, ¿por qué?
Porque soy artesano, y yo como artesano elaboré las máscaras de la fauna que
hoy están representando a este carnaval en las comparsas de tradición popular".
También les digo
que las máscaras tienen su origen, evolución y proyección. El origen: saber
cómo entraron las máscaras al Carnaval de Barranquilla. La evolución: yo
comencé con la máscara de barro, y hoy ya hago tocados. Y la proyección: ¿hasta
dónde ha ido la máscara que he elaborado? Varios
lugares de Colombia y el mundo.
No quiero morirme
y llevarme la historia a la tumba, por eso la comparto a los jóvenes, para que
no muera la tradición.
¿Qué consejo da a los jóvenes que quieren ser
artesanos?
No trabajen por el
signo de pesos; trabajen porque eso que están haciendo es lo que los va a
recomendar a ustedes. A ustedes no los va a recomendar nadie, lo recomienda su
trabajo. Si esa máscara está bien hecha, te visitan; si no está bien hecha, no
te visitan.
Uno
tiene que trabajar con el tiempo. Si dicen que van a entregar el trabajo mañana, entonces están viendo el mundo color de rosa. Nunca digan que van a entregar el
trabajo mañana, tómense un día para realizar ese trabajo; lo digo por
experiencia. Si mañana se va la luz no pueden hacer nada; no se debe entregar
un trabajo corriendo. Hay que pensar en el tiempo de lluvia, cuando no hay sol,
y nosotros trabajamos con el sol. Eso es lo que yo quiero que analicen.
Aquí han venido
personas a preguntarme sobre mi técnica; lo que les digo es que yo trabajo con
el de arriba. Entonces miran para arriba y quedan confundidos; yo les digo: "¡Hombe!, yo trabajo con el sol".
A veces, cuando no
hay suficiente sol, he tenido que secar con abanico, pero no me siento
satisfecho. No hay nada como el astro rey: el sol es el que realiza el proceso
de sacamiento de la máscara. Siempre me ha gustado la perfección y nunca fui a
una universidad a que me dictaran eso.
¿Y qué consejos suele dar a aquellos que lucen sus
máscaras y tocados?
He estudiado mucho
la revista GeoMundo, por eso siempre
les digo a los danzantes y a todo aquel que va a representar a un animal
portando la máscara: tienes que hacer estos ademanes porque así lo dice la
revista; haz como el animal, no camines como normalmente caminas tú, eso llama
la atención. Y si te preguntan por qué haces lo que haces di que te gusta el
carnaval porque es de Barranquilla, es de nosotros y que te sientes contento.
No te quedes callado.
Usted es inspiración y un referente que ha quedado en
la memoria del Caribe colombiano.
El que persevera, alcanza, ¿por qué? Porque es que nosotros no sabemos si vaya a suceder; como en el fútbol, no sabemos si en alguna escuela de fútbol de acá, por ejemplo, vaya a salir un próximo Messi, un niño que quiera serlo, y para eso está estudiando. Aquí también puede salir un José Llanos.
***
Este trabajo fue publicado en la revista independiente cubana de periodismo narrativo El
Estornudo.
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