Tedio y latidos
Linda Esperanza Aragón | @lindaragonm
Mientras en un mercado de un pueblo hay un anuncio
que dice “Se vende avena y chicha”, en el puerto de otro pueblo hay una canoa
marcada con la frase “Así es la vida”.
Después de atravesar un río y pisar tierra firme,
uno se puede encontrar con otro puñado de palabras estampado en algún bicitaxi:
“Dios es la salvación”. La vida no es fácil.
Algunos se reúnen en la esquina para hablar de esa vida dura y desahogarse... o para desatenderla por un rato. Además de la narración oral está el rebusque, esa pericia para sobrevivir ante el desempleo y ganarles la batalla al tiempo, al olvido y al tedio. La vida fácil no es.
Hay quienes bailan, juegan, saltan, se sumergen,
caminan. Otros se quedan dormidos en medio de la faena y la espera. No hay
agua, agua no hay. Hay que irla a buscar a la ciénaga antes de que se seque por
el verano inclemente. Tremendo peso en la espalda. Inmensos silencios quedan
cuando se acaban las fiestas. Risas breves, risas persistentes.
El tedio da calor; un calor que a veces ni los
raspados con sirope logran mitigar. El reloj corre y las paredes con propaganda
política que promete desarrollo e igualdad se van despintando. Mientras los
embustes de esos muros se desdibujan en un pueblo, en otro lugar la gente se
lleva las manos a la cintura y derrama monólogos que inician con una inquietud:
“Y ahora, ¿qué?”.
Estas fotografías —que tomé con mi teléfono cuando
no dio tiempo de sacar la cámara, mientras caminaba por pueblos del Caribe
colombiano— no braman, ellas lo intentan. No son una serie, no poseen
continuidad. Son fotografías sueltas y, al mismo tiempo, son una juntanza de
sentires.
No quiero que estas historias —o apuntes— escritas
con luz se queden archivadas en una carpeta del computador. Quiero
compartirlas. Son escenas del Caribe en que tengo los pies puestos. Caribe
alegre, tropical, anfibio, taciturno, ajetreado y laberíntico.
Solo yo sé qué decían mis latidos cuando obturé.
Después de los viajes me pregunto: ¿hay que
fotografiar para comunicar o para estremecer al otro? Tengo claro que no
fotografío para que me quieran ni para ser inmortal; fotografío para pegar
gritos y sentirme libre, escarbar en mi interior y tropezarme a propósito con
nostalgias viejas (y laberínticas). Fotografío para huir de la oscuridad y
florecer un poco. Fotografío para escapar del tedio, hacerme preguntas y tratar
de entender al otro. Para hacerme preguntas, muchas preguntas.
Y ahora, ¿qué? Seguiré huyendo del tedio a través
de la imagen y continuará latiendo mi corazón cuando fotografíe. Iré
aprendiendo, en los caminos y en los viajes, a no explicar las fotografías para
que ellas bramen por su cuenta, aunque tal vez ni siquiera alcancen a bramar y
solamente logren musitar... y perder el aliento.
Seguiré caminando.
***
Este trabajo fue publicado en la revista cubana independiente de periodismo narrativo El Estornudo.
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